jueves, 21 de junio de 2012


Lo mejor de los aeropuertos es toda esa gente en constante movimiento, todas esas despedidas o bienvenidas. Los que duermen por retrasos de vuelos o los que corren porque pierden su vuelo. Los desplazamientos nacionales siempre son menos interesantes que los internacionales. En los vuelos internacionales siempre hay mas de todo: mas contrabando, mas lágrimas, mas sonrisas, mas nervios, mas pérdidas de equipajes, mas azafatas, mas pasajeros,.. En fin, lo dicho, mas de todo. Y por eso, siempre que puedo doy paseos y hago que observo tiendas, librerías o restaurantes cuando en verdad lo que realmente me intriga son las personas: a donde irán, a quién echaran de menos y a quién no. Cuando volverán o si por el contrario se están marchando para siempre. Si los que duermen juntos o por turnos son pareja o amantes o amigos. O solo duermen para sentirse en contacto. Si las azafatas se lo habrán montado con los azafatos. O con los pilotos.
Y sobretodo, espero ansiosa el momento del despegue, cuando siento ese vértigo, ese sube y baja del estómago y experimento esa sensación de liberación mientras veo como todo se hace más chiquitito allí abajo.
Los aviones, los aeropuertos. Las salidas, las llegadas. Los momentos en solitario, o lo que es mejor, los compartidos. Todo cuenta, siempre en vibración.

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